2013年12月9日月曜日

(未翻訳)12月7日、人間の尊厳協会の代表者との会合で:より弱い人たちを切り捨てる効率主義社会で人権を再発見しよう


(RV).- Es necesario redescubrir el verdadero significado de la libertad y de la justicia, en una sociedad eficiente en la que existe quien quiere pisotear los derechos de los más débiles: los niños por nacer, los pobres, los ancianos, los enfermos. Es esto, en síntesis, lo que afirmó el Papa Francisco encontrando el sábado a una delegación del Instituto Dignitatis Humanae.

“El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios” y por tanto posee “una dignidad originaria … que no se puede suprimir, indisponible a cualquier poder o ideología”. El Obispo de Roma partió de esta “verdad fundamental” para subrayar que “lamentablemente en nuestra época, rica de tantas conquistas y esperanzas, no faltan poderes y fuerzas que terminan por producir una cultura del descarte, que tiende a convertirse en mentalidad común”:

“Las victimas de esa cultura son precisamente los seres humanos más débiles y frágiles – los niños por nacer, los más pobres, los viejos enfermos, los inválidos graves… –, que corren el riesgo de ser ‘descartados’, expulsados por un engranaje que debe ser eficiente a todo precio. Este falso modelo de hombre y de sociedad actúa un ateísmo práctico negando de hecho la Palabra de Dios que dice: “hagamos el hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza” (cfr Gen 1,26)”.

En cambio -continuó el Santo Padre- si dejamos que la Palabra de Dios “ponga en discusión nuestras formas de pensar y de actuar, los criterios, las prioridades y las elecciones, entonces las cosas pueden cambiar”:

“La fuerza de esta Palabra pone límites a quien quiera volverse hegemónico prevaricando los derechos y la dignidad de los otros. Al mismo tiempo, dona esperanza y consolación a quien no es capaz de defenderse, a quien no dispone de medios intelectuales y prácticos para afirmar el valor del propio sufrimiento, de los propios derechos, de la propia vida”.

En la Doctrina social de la Iglesia -subrayó el Pontífice- “hay un fruto particularmente significativo del largo camino del Pueblo de Dios en la historia moderna y contemporánea: la defensa de la libertad religiosa, de la vida en todas sus fases, del derecho al trabajo y al trabajo decente, de la familia, de la educación”. “Son bienvenidas”, por tanto, todas las iniciativas que “pretenden ayudar a las personas, a las comunidades y a las instituciones a redescubrir la portada ética y social del principio de la dignidad humana, raíz de libertad y de justicia:

“Con tal fin es necesaria una obra de sensibilización y de formación, para que los fieles laicos, en cualquier condición, y especialmente aquellos que se comprometen en el campo político, sepan pensar según el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia y actuar coherentemente, dialogando y colaborando con cuantos, con sinceridad y honestidad intelectual, comparten, sino la fe, al menos una visión similar de hombre y de sociedad y sus consecuencias éticas. No son pocos los no cristianos y los no creyentes convencidos que la persona humana deba ser siempre un fin y jamás un medio”. (RC-RV)

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