9月21日(土)聖マタイ使徒福音記者(祝)
エフェソ4・1-7、11-13
マタイ9・9-13
(RV).- (Audio y video) Dejémonos mirar por Jesús, su mirada cambia la vida: lo dijo el Papa Francisco la mañana del sábado, durante la Misa en la Casa de Santa Marta, comentando el Evangelio que narra la conversión de San Mateo. Jesús mira a los ojos a Mateo, un recaudador de impuestos, un pecador. El dinero es su vida, su ídolo. Pero ahora – afirmó Francisco – siente “en su corazón la mirada de Jesús que lo observaba”:
Y aquella mirada lo envolvió totalmente, le cambió la vida. Nosotros decimos: lo ha convertido. Le ha cambiado la vida. “Apenas sintió en su corazón aquella mirada, se levantó y lo siguió”. Y esto es verdad: la mirada de Jesús nos levanta siempre. Una mirada que nos eleva, que jamás te deja ahí , ¿eh?, jamás. Jamás te abaja, jamás te humilla. Te invita a levantarte. Una mirada que te hace crecer, ir adelante, que te da valor, porque te quiere. Te hace sentir que Él te quiere. Y esto da aquel valor para seguirlo: “Y él se levantó y lo siguió”.
La mirada de Jesús – subrayó el Papa – no es algo “mágico: Jesús no era un especialista en hipnosis”. “Jesús miraba a cada uno, y cada uno se sentía mirado por Él, como si Jesús dijese su nombre … Y esta mirada cambiaba la vida, a todos”. De esta manera cambió a Pedro, que después de haberlo renegado encuentra su mirada y llora amargamente. Luego está la última “mirada de Jesús sobre la Cruz: mira a la mamá, miró al discípulo y nos dijo, con aquella mirada, nos dijo que su mamá era la nuestra y que la Iglesia es madre. Con una mirada”. Luego miró al Buen Ladrón y una vez más a Pedro, “asustado, luego de la Resurrección, con aquellas tres preguntas: ‘¿Me amas?’. Una mirada que lo hacía avergonzarse. Nos hará bien pensar, rezar sobre esta mirada de Jesús – subrayó el Papa – y también dejarse mirar por Él”. Jesús, ahora, va a la casa de Mateo y mientras se sienta a la mesa llegan muchos pecadores: “se había corrido la voz. Y toda la sociedad – pero no la sociedad limpia – se sintió invitada a aquel convite”, como ocurre en la parábola del rey que ordena a los criados ir a buscar a los cruces de los caminos para invitar al banquete nupcial del hijo a todos los que encuentren, buenos y malos:
Y los pecadores, publicanos y pecadores, sentían … pero, Jesús los había mirado y aquella mirada de Jesús sobre ellos creo fue como un soplo sobre las brasas, y ellos sintieron que había fuego dentro, aun, y que Jesús los hacia subir, les devolvía la dignidad. La mirada de Jesús siempre nos hace dignos, nos da dignidad. Es una mirada generosa. “Pero mira qué Maestro: ¡come con la podredumbre de la ciudad!”: pero bajo esa podredumbre estaban las brasas del deseo de Dios, las brasas de la imagen de Dios que querían que alguno las ayudase a convertirse en fuego. Y esto lo hacía la mirada de Jesús.
“Todos nosotros, en la vida – concluyó el Papa - hemos sentido esta mirada, y no una vez: ¡tantas veces! Quizás en la persona de un sacerdote que nos enseñaba la doctrina o nos perdonaba los pecados … quizás en la ayuda de personas amigas”:
Pero, todos nosotros nos encontraremos delante de aquella mirada, aquella mirada maravillosa. Y vamos adelante en la vida, con la certidumbre que Él nos mira. Pero también Él nos espera para mirarnos definitivamente. Y aquella última mirada de Jesús sobre nuestra vida será para siempre, será eterna. Lo pido a todos los Santos que han sido mirados por Jesús, que nos preparen a dejarnos mirar en la vida, y que nos preparen también a aquella última – ¡y primera! – mirada de Jesús. (RC-RV)
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