2013年11月1日金曜日

(翻訳冒頭のみ)10月31日(木)、朝ミサ説教:キリストの愛を自分の中心に据えないキリスト者というのは、どうかと・・・


 教皇フランシスコは今朝、福者ヨハネパウロ二世の墓のあるサン・ピエトロ大聖堂でミサをささげた。何百もの司祭たちや信徒たちに囲まれて、教皇はその日の朗読についてコメントをした。つまり、聖パウロのローマ人への手紙で、異邦人たちの使徒がキリストからいただく愛について語る個所、また聖ルカ福音書で、イエスが、自分の愛を理解しなかったエルサレムのために涙を流す個所である。

“Nadie pude alejarme del amor de Cristo”. El Papa comenzó con esta certidumbre de Pablo, es decir, que “el Señor le había cambiado la vida” y a partir de ese momento “este amor del Señor” es el centro de su vida. “En las persecuciones, en las enfermedades, en las traiciones” y en todo lo que ha vivido o podrá suceder, ya nada de eso podrá alejarlo del amor de Cristo:

“Era precisamente el centro de su vida, el punto de referencia: el amor de Cristo. Y sin el amor de Cristo, sin vivir de este amor, sin reconocerlo, sin alimentarse de este amor, no se puede ser cristiano: el cristiano, el que se siente mirado por el Señor, con esa mirada tan bella, amado por el Señor y amado hasta el final; siente... El cristiano siente que su vida ha sido salvada por la sangre de Cristo. Y esto hace el amor: esta relación de amor”.
Después está la imagen de la “tristeza de Jesús, cuando mira Jerusalén” que no ha comprendido su amor y que lo compara al de una clueca que quiere proteger a los pollitos bajo sus alas:

“No ha comprendido la ternura de Dios, con esa imagen tan bella, que dice Jesús. No comprender el amor de Dios: lo contrario de lo que sentía Pablo. Pero sí, Dios me ama, Dios nos ama, pero es una cosa abstracta, es una cosa que no me toca el corazón y yo me las arreglo en la vida como puedo. Allí no hay fidelidad. Y el llanto del corazón de Jesús por Jerusalén es Éste: “Jerusalén, tú no te has dejado amar; y tú te has encomendado a tantos ídolos, que te prometían todo, te decían que te daban todo, y después te han abandonado”. El corazón de Jesús, el sufrimiento del amor de Jesús: un amor no aceptado, no recibido”.
El Papa invitó a reflexionar sobre estos dos iconos: “el de Pablo que permanece fiel al amor de Jesús hasta el final” y en este amor, él que “se siente débil, se siente pecador”, “encuentra la fuerza para ir hacia adelante, para soportar todo”. Mientras, por otra parte, está Jerusalén, el pueblo infiel, “que no acepta el amor de Jesús, o peor aún” que “vive este amor pero a medias: un poco sí, un poco no, según sus propias conveniencias”:

“Miremos la fidelidad de Pablo y la infidelidad de Jerusalén y en el centro miremos a Jesús, su corazón, que nos ama tanto. ¿Qué podemos hacer de esto? La pregunta: ¿yo me parezco más a Pablo o a Jerusalén? ¿Mi amor a Dios es tan fuerte como el de Pablo o mi corazón es un corazón tibio como el de Jerusalén? Que el Señor, por intercesión del Beato Juan Pablo II, nos ayude a responder a esta pregunta. ¡Así sea!”.

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