(RV).- (se actualizó con texto y audio completo del Discurso del Papa)
No nos cansemos de trabajar y rezar por la paz, con el rechazo firme de
lo se opone al logro de la paz y de una respetuosa convivencia entre
judíos, cristianos y musulmanes: el recurso a la violencia y al
terrorismo y cualquier tipo de discriminación. «Que Jerusalén sea
verdaderamente la Ciudad de la paz, como tesoro para toda la humanidad».
En su visita de cortesía al Presidente del Estado de Israel, Shimon
Peres, en el palacio presidencial de Jerusalén, concluyendo la intensa
mañana de este lunes, último día de su Peregrinación a Tierra Santa, el
Papa reiteró su infatigable exhortación y agradeció de corazón la cálida
acogida que recibió.
Jerusalén custodia los Lugares Santos
apreciados por las tres religiones que adoran al Dios que llamó a
Abrahán – y los Lugares Santos no son museos o monumentos para turistas,
sino lugares donde los creyentes viven su fe, su cultura, sus obras de
caridad, recordó el Obispo de Roma y deseó que resplandezca plenamente
la identidad y carácter sagrado, de Jerusalén su valor universal
religioso y cultural.
Dirigiéndose con aprecio al Presidente
israelí, «conocido como un hombre de paz y artífice de paz», el Papa
hizo hincapié en el «respeto a la libertad y a la dignidad de la persona
humana, que judíos, cristianos y musulmanes consideran igualmente
creada por Dios y destinada a la vida eterna». Y pidió una vez más «que
se eviten, por parte de todos, las iniciativas y los actos que
contradicen la declarada voluntad de alcanzar un verdadero acuerdo y de
que no nos cansemos de perseguir la paz con determinación y coherencia».
Se
debe rechazar firmemente asimismo, «cualquier tipo de discriminación
por motivos raciales o religiosos, la pretensión de imponer el propio
punto de vista en perjuicio de los derechos del otro, el antisemitismo
en todas sus formas posibles, así como la violencia o las
manifestaciones de intolerancia contra personas o lugares de culto
judíos, cristianos y musulmanes».
Sin olvidar que en el Estado de
Israel viven y actúan diversas comunidades cristianas, el Papa destacó
que participando con pleno derecho como corresponde en la vida civil,
política y cultural, los fieles cristianos desean ofrecer, desde su
propia identidad, su aportación al bien común y a la construcción de la
paz, rechazando todo extremismo y siendo artífices de reconciliación y
de concordia.
A la entrada del Palacio Presidencial de Israel el
presidente Peres le presentó al Papa algunos niños enfermos de cáncer
que querían encontrarse con el Santo Padre.
(CdM – RV)
Antes de pronunciar su discurso, el Papa Francisco improvisó estas palabras:
«Le
agradezco, Señor Presidente, por sus palabras y su acogida. Y con mi
imaginación y fantasía quisiera inventar una nueva Bienaventuranza, que
aplico hoy a mí, en este momento: «Bienaventurado el que entra en la
casa de un hombre sabio y bueno». Y no me siento bienaventurado ¡Gracias
de corazón!»
Texto y audio completo del Discurso del Papa:
Señor Presidente,
Excelencias,
Señoras y Señores:
Le
agradezco, Señor Presidente, la acogida que me ha dispensado y sus
amables y sabias palabras de saludo, y me complace poder encontrarme con
Usted nuevamente en Jerusalén, ciudad que custodia los Lugares Santos
apreciados por las tres religiones que adoran al Dios que llamó a
Abrahán. Los Lugares Santos no son museos o monumentos para turistas,
sino lugares donde las comunidades de creyentes viven su fe, su cultura,
sus obras de caridad. Por eso, se deben salvaguardar para siempre en su
sacralidad, tutelando así no sólo el legado del pasado, sino también a
las personas que los visitan hoy y que los visitarán en el futuro. Que
Jerusalén sea verdaderamente la Ciudad de la paz. Que resplandezca
plenamente su identidad y su carácter sagrado, su valor universal
religioso y cultural, como tesoro para toda la humanidad. Qué bello que
los peregrinos y los residentes puedan acudir libremente a los Lugares
Santos y participar en las celebraciones.
Señor Presidente,
Usted es conocido como un hombre de paz y artífice de paz. Le manifiesto
mi reconocimiento y mi admiración por esta actitud. La construcción de
la paz exige sobre todo el respeto a la libertad y a la dignidad de la
persona humana, que judíos, cristianos y musulmanes consideran
igualmente creada por Dios y destinada a la vida eterna. A partir de
este punto de referencia que tenemos en común, es posible proseguir en
el empeño por una solución pacífica de las controversias y los
conflictos. A este respecto, renuevo el deseo de que se eviten, por
parte de todos, las iniciativas y los actos que contradicen la declarada
voluntad de alcanzar un verdadero acuerdo y de que no nos cansemos de
perseguir la paz con determinación y coherencia.
Se debe
rechazar firmemente todo lo que se opone al logro de la paz y de una
respetuosa convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes: el recurso
a la violencia y al terrorismo, cualquier tipo de discriminación por
motivos raciales o religiosos, la pretensión de imponer el propio punto
de vista en perjuicio de los derechos del otro, el antisemitismo en
todas sus formas posibles, así como la violencia o las manifestaciones
de intolerancia contra personas o lugares de culto judíos, cristianos y
musulmanes.
En el Estado de Israel viven y actúan diversas
comunidades cristianas. Son parte integrante de la sociedad y participan
como los demás en la vida civil, política y cultural. Los fieles
cristianos desean ofrecer, desde su propia identidad, su aportación al
bien común y a la construcción de la paz, como ciudadanos de pleno
derecho que, rechazando todo extremismo, se esfuerzan por ser artífices
de reconciliación y de concordia.
Su presencia y el respeto de
sus derechos –como del resto de los derechos de cualquier otra
denominación religiosa o minoría- son garantía de un sano pluralismo y
prueba de la vitalidad de los valores democráticos, de su arraigo en la
praxis y en la vida concreta del Estado.
Señor Presidente,
Usted sabe que yo rezo por Usted y yo sé que Usted reza por mí y le
aseguro mi oración por las Instituciones y por todos los ciudadanos de
Israel. Cuente especialmente con mi constante súplica a Dios por la
consecución de la paz y con ella de los bienes inestimables que la
acompañan, como la seguridad, la tranquilidad de vida, la prosperidad, -
y lo que es más hermoso - la fraternidad. Dirijo finalmente mi
pensamiento a todos aquellos que sufren las consecuencias de las crisis
aún abiertas en la región medio-oriental, para que lo antes posible sean
aliviadas sus penalidades mediante la honrosa resolución de los
conflictos. Paz a Israel y a todo Oriente Medio. ¡Shalom!
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