(RV).- (se actualizó con voz y texto completo del Papa y con video) Es
hora de poner fin al sufrimiento y tener la valentía de la paz, que
traerá incontables beneficios para los pueblos de esta región y para
todo el mundo, los cristianos anhelan seguir contribuyendo al bien
común. En Belén, donde nació Jesús, el Príncipe de la Paz, el Papa desde
lo más profundo de su corazón, alentó, por el bien de todos, a poner
fin a las dramáticas consecuencias de la duración del conflicto en
Oriente Medio. En la ceremonia de bienvenida, agradeciendo al presidente
del Estado de Palestina, Mahmoud Abbas, con un saludo cordial a los
representantes del Gobierno y a todo el pueblo palestino, exhortó a
emprender con sabiduría «el precioso camino de la paz, para que las
espadas se transformen en arados y esta Tierra vuelva a florecer en la
prosperidad y en la concordia».
Reiterando su cercanía a los que
sufren ante esta situación, cada vez más dolorosamente inaceptable, el
Papa señaló la apremiante necesidad de que «se redoblen pues los
esfuerzos y las iniciativas para crear las condiciones de una paz
estable, basada en la justicia, en el reconocimiento de los derechos de
cada uno y en la recíproca seguridad. Ha llegado el momento de que todos
tengan la audacia de la generosidad y creatividad al servicio del bien,
el valor de la paz, que se apoya en el reconocimiento, por parte de
todos, del derecho de dos Estados a existir y a disfrutar de paz y
seguridad dentro de unos confines reconocidos internacionalmente».
«Animo a los pueblos palestino e israelí, así como a sus respectivas
autoridades, a emprender este feliz éxodo hacia la paz con la valentía y
la firmeza necesaria para todo éxodo. La paz basada en la seguridad y
la mutua confianza será el marco de referencia estable para afrontar y
resolver los demás problemas y una ocasión para un desarrollo
equilibrado, que sirva de modelo para otras áreas en crisis», afirmó el
Obispo de Roma.
Y refiriéndose luego con afecto a la activa comunidad
cristiana, recordó que los cristianos desean seguir desempeñando su
significativa contribución al bien común de la sociedad, participando de
las alegrías y sufrimientos de todo el pueblo como ciudadanos de pleno
derecho, junto con los demás ciudadanos a los que consideran como
hermanos.Poniendo de relieve asimismo las buenas relaciones entre la
Santa Sede y el Estado de Palestina, los trabajos para elaborar un
Acuerdo entre las Partes, abarcando diversos aspectos de la vida de la
comunidad católica, la libertad religiosa – una de las condiciones para
la paz – así como la hermandad y la armonía, el Papa destacó que las
cosas que tenemos en común son tantas y tan importantes que es posible
encontrar un modo de convivencia serena, ordenada y pacífica, acogiendo
las diferencias y con la alegría de ser hermanos en cuanto hijos de un
único Dios.
(CdM - RV)
Texto y audio completo del discurso del Papa :
«Señor Presidente,
Queridos hermanos:
Agradezco
al Señor Presidente Mahmoud Abbas su bienvenida y saludo cordialmente a
los representantes del Gobierno y a todo el pueblo palestino. Doy
gracias al Señor por estar hoy aquí con ustedes en este lugar donde
nació Jesús, el Príncipe de la Paz, y les agradezco su calurosa acogida.
Desde
hace decenios, Oriente Medio vive las dramáticas consecuencias de la
duración de un conflicto que ha causado heridas difíciles de cerrar y
que, incluso cuando afortunadamente no se desata la violencia, la
incertidumbre de la situación y la incomprensión de las partes producen
inseguridad, negación de derechos, aislamiento y éxodo de comunidades
enteras, divisiones, carencias y sufrimientos de todo tipo.
Desde
lo más profundo de mi corazón, y a la vez que manifiesto mi cercanía a
cuantos sufren en mayor medida las consecuencias de este conflicto,
deseo decir que, por el bien de todos, ya es hora de poner fin a esta
situación, que se hace cada vez más inaceptable. Que se redoblen pues
los esfuerzos y las iniciativas para crear las condiciones de una paz
estable, basada en la justicia, en el reconocimiento de los derechos de
cada uno y en la recíproca seguridad. Ha llegado el momento de que todos
tengan la audacia de la generosidad y creatividad al servicio del bien,
el valor de la paz, que se apoya en el reconocimiento, por parte de
todos, del derecho de dos Estados a existir y a disfrutar de paz y
seguridad dentro de unos confines reconocidos internacionalmente.
En
este sentido, deseo que todos eviten iniciativas y actos que
contradigan la voluntad expresa de llegar a un verdadero acuerdo y que
no se deje de perseguir la paz con determinación y coherencia. La paz
traerá consigo incontables beneficios para los pueblos de esta región y
para todo el mundo. Es necesario pues encaminarse con resolución hacia
ella, también mediante la renuncia de cada uno a algo.
Animo a
los pueblos palestino e israelí, así como a sus respectivas
autoridades, a emprender este feliz éxodo hacia la paz con la valentía y
la firmeza necesaria para todo éxodo. La paz basada en la seguridad y
la mutua confianza será el marco de referencia estable para afrontar y
resolver los demás problemas y una ocasión para un desarrollo
equilibrado, que sirva de modelo para otras áreas en crisis.
Deseo
referirme con afecto a la activa comunidad cristiana, que ofrece su
significativa contribución al bien común de la sociedad y que participa
de las alegrías y sufrimientos de todo el pueblo. Los cristianos desean
seguir desempeñando este papel como ciudadanos de pleno derecho, junto
con los demás ciudadanos a los que consideran como hermanos.
Señor
Presidente, Usted es conocido como un hombre de paz y artífice de paz.
El reciente encuentro en el Vaticano con usted y mi presencia hoy en
Palestina atestiguan las buenas relaciones entre la Santa Sede y el
Estado de Palestina, y espero que crezcan para el bien de todos. En este
sentido, expreso mi aprecio por el compromiso de elaborar un Acuerdo
entre las partes, que contemple diversos aspectos de la vida de las
comunidades católicas del País, con una atención especial a la libertad
religiosa. En efecto, el respeto de este derecho humano fundamental es
una de las condiciones irrenunciables de la paz, de la hermandad y de la
armonía; proclama al mundo que es necesario y posible encontrar un buen
acuerdo entre culturas y religiones diferentes; atestigua que las cosas
que tenemos en común son tantas y tan importantes que es posible
encontrar un modo de convivencia serena, ordenada y pacífica, acogiendo
las diferencias y con la alegría de ser hermanos en cuanto hijos de un
único Dios.
Señor Presidente, queridos hermanos reunidos aquí
en Belén, Dios omnipotente los bendiga, los proteja y les conceda la
sabiduría y la fuerza necesaria para emprender el precioso camino de la
paz, para que las espadas se transformen en arados y esta Tierra vuelva a
florecer en la prosperidad y en la concordia. ¡Salam!
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